En primer lugar debo disculparme por haber dejado desatendido el blog durante estas dos semanas. Lo cierto es que desde que comenzaron las clases yo también me he incorporado a la rutina de la facultad, por lo que al final del día mi jornada no suele ser lo suficientemente interesante como para contaros alguna novedad.
Hoy sin embargo es sábado, me he despertado más tarde que de costumbre y después de desayunar me he sentado delante del ordenador para haceros una síntesis de lo que ha significado para mí este primer mes en Montpellier. Porque efectivamente, hoy día 25 de Septiembre hace justo un mes que salí de España.
Ayer no podía evitar recordar lo triste que fue despedirme de todos vosotros, o esa noche sin dormir antes del viaje o la paradójica sensación de miedo e ilusión que sentí cuando atravesé la frontera y dejé mi país sin fecha de vuelta establecida.
Hoy el calendario marca un mes de mi estancia aquí pero sinceramente me parece que hubiera pasado un siglo. Este mes ha estado tan lleno de cambios, de nuevas experiencias, de tareas pendientes y de nostalgia que me sorprendo al pensar que en realidad sólo llevo tres semanas de independencia.
Siempre me ilusionó la idea de la emancipación, pero hasta que no la he probado no me he dado cuenta de lo terriblemente duro que puede ser al principio. Cierto es que yo he probado la experiencia a gran escala, ya que no sólo me he ido de mi casa sino que me he mudado a un país extranjero del que apenas hablo la lengua y adonde mi madre ni me traerá tuppers de comida ni me lavará la ropa el fin de semana.
No voy a negaros que este mes no ha sido precisamente el mejor de mi vida. He tenido que acostumbrarme a estar sola, a hacer todo por mí misma y a convivir con la añoranza de mi gente y de mi tierra.
Pero tengo que decir también que este mes me ha exprimido tanto que he desarrollado unas capacidades que no creía poseer. Desde que me quedé sola he aprendido día a día lo duro que es llevar una casa, mantenerla limpia y ordenada, estar pendiente de lo que falta y de lo que sobra. Creo haber ganado mi batalla personal contra los bichos invasores de mi cocina (o al menos nos hallamos en una especie de "Guerra Fría") e incluso he hecho mis primeros pinitos como cocinera. Me he vuelto una fiel admiradora de las marcas blancas y una gran buscadora de ofertas y he aprendido a valorar ese huevo perdido al caer contra el suelo o esa mancha rebelde en la ropa.
A pesar de todas estas dificultades iniciales, debo admitir que poco a poco le estoy haciendo un huequecito en mi corazón a esta preciosa ciudad. Paseo por sus calles como si las conociese de siempre e incluso empiezo a tener mis rincones favoritos para comprar, salir de marcha o simplemente tomar un café.
La universidad simplemente marcha. Todavía me resulta un poco extraño asistir a clases magistrales de 3 horas seguidas en francés, pero ésto se compensa ampliamente con la comodidad de mi horario y con mis 2 asignaturas en español (^^). Además me estoy empezando a convertir en un pequeño proyecto de francesita e intento ir todos los días a la facultad en bici :)
Con los demás Erasmus cada vez estoy más a gusto y ya he empezado a formar mi pequeño grupo de confianza, aunque tristemente muchos de ellos sólo estarán aquí durante el primer semestre.
El idioma todavía se me resiste un poco, pero he ganado muchísimo en comprensión auditiva y ya soy capaz de mantener conversaciones en francés, hacer bromas, salir de marcha e incluso ocuparme de asuntos importantes como la apertura de una cuenta de banco o la contratación de un seguro de hogar.
Una de las cosas que más tranquilidad me proporciona es lo cómoda que me encuentro en mi piso. Desde esos primeros días en los que todo se me hacía extraño ha llovido mucho, y ahora me desenvuelvo en él como si hubiera vivido aquí toda mi vida. Además creo haber congeniado bastante con mis compañeros y hasta el momento no hemos tenido ningún problema serio de convivencia. Incluso hemos hecho ya algunos planes juntos. En la foto de abajo podéis vernos a Nina y a mí en el Museo Fabre de Montpellier tras visitar la exposición de Alexandre Cabanel, magnífico pintor neoclasicista francés.
Esa misma noche Elodie, Nina y yo salimos a dar una vuelta y en una terracita de la Plaza Jean Jaurès nos pedimos unas copas de helado buenísimas y muy bien presentadas. Ellas dos pidieron una Banana Split y la chocoadicta pidió, cómo no, una copa de chocolate liégeoise que tristemente no pudo acabar :(
Ese mismo fin de semana llegó Charles. Para celebrar el primer fin de semana que pasábamos juntos decidimos preparar una cena especial (a las tres nos gusta mucho la cocina y sobre todo la repostería). Así que se nos ocurrió hacer unas pizzas caseras que sinceramente nos quedaron riquísimas! :)
(Primera foto de ma collocation en nuestra cocina. De izq. a drch. Elodie, Nina, La petite colombe y Charles.)
Y así concluye mi primer mes en Montpellier, con un sabor agridulce pero a la vez con interesantes perspectivas de aquí al final de mi estancia.
A pesar de todo no puedo evitar seguir echándoos mucho de menos. Al fin y al cabo las novedades no pueden compensar el vacío que te produce la falta de "lo tuyo", que es una parte fundamental de tu identidad.
Hasta la próxima amig@s, gracias por leerme una vez más :)
Bisous!